Está sentada
sobre una península de cartón
observa la tristeza azul
que le demuestra el cielo.
Hasta las estrellas lloran
tormentas de sangre.
Por sus mejillas corre
el húmedo filo del odio,
a sus labios llega
la lágrima perdida en su rostro.
Oye, ahora,
como una ceniza
consume el sonido de la lira
que resuena en el espacio infinito.
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