Maldigo mi entrega
mi incontinencia cardíaca.
Maldigo mi verborragia
de alma intangible.
Maldigo mis silencios
y esa cruel necesidad
de andar escupiendo mis angustias.
Maldigo mis vómitos
de palabras de auxilio.
Maldigo mis lágrimas
de amarga estridencia.
Maldigo esta costumbre
de regalar mis palabras.
Maldigo aquello que me
mantiene vivo,
todo lo que me hace
notar que respiro.
Mas no maldigo al destinatario
de todo mi sacrificio
pues mi sangre le pertenece
a su esencia, que es divina...
Y aunque resulte insuficiente
maldigo mi cuerpo
y , liberado,
me entrego...